sábado, 13 de marzo de 2010

Rouge.


Por fin Valentine y el Juez retirado se dijeron cosas callados. Rojo.


Valentine: ¿Y era feliz? ¿Dentro de veinte o veinticinco años?

Juez: Si.


Valentine se acerca al juez y le dice en un tono íntimo:


-¿Qué más sabe usted?


El juez no responde.

Valentine, en el mismo tono íntimo, le pregunta:


-¿Quién es usted?

-Un juez retirado -le dice el Juez.

-Siento que algo importante está sucediendo a mi alrededor. Y tengo miedo.


El juez ofrece sus manos a Valentine. Ella no comprende lo que desea, pero atiende a su petición. El juez acoge las palmas de sus manos en las suyas durante un rato.

Piensan, ambos, que un sentimiento repentino los ha unido. Bella es esa certeza, más bella aún la incertidumbre. Creen que no se conocen, nada ha acurrido jamás entre ellos. ¿Pero estas calles, estas escaleras, estos pasillos, por los que han podido cruzarse desde hace tanto tiempo?

Me gustaría preguntarles si no recuerdan...¿quizás una puerta giratoria, un día cara a cara? ¿Algún "perdone" entre la multitud? ¿Al teléfono, "es un error"? Pero conozco su respuesta. No, no se acuerdan.

En absoluto dispuesto a mutarse en destino, que les acerque y les aleje, les corte el camino y, partiéndose de risa, se escape un poco más allá. Ha habido signos, indicios, indescifrables, ¿qué importa? Hace tres años tal vez, o quizás el pasado martes, ¿esta hoja que voló de una espalda a otra? Un objeto perdido y recuperado. Quién sabe, ¿quizás un balón ya en los forros de la infancia?

Ha habido apretones de manos, cascabeles, en los que sobre la huella de una mano, otra se imprimirá. Maletas, unas junto a otras, en la consigna. Y quizás una noche un mismo sueño, borrado al despertar por la mañana.

Pero todo comienzo no es sino una continuación, y el libro del destino siempre abierto por la mitad.


Rouge. K.K

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